En una portada que sacudió corazones, debates y conciencias, no fue el cuerpo lo que se desnudó, sino el alma de una mujer que decidió romper siglos de silencios impuestos, etiquetas mal colocadas y prejuicios heredados. La imagen no fue solo una fotografía. Fue un manifiesto. Un grito sereno, valiente y profundamente humano:
“Yo también soy libre.”